El viernes 26 de julio de 1996 es, deportivamente, el día más grande para el Ecuador. En esa fecha, uno de sus deportistas, Jefferson Pérez, rompió una serie de frustraciones, de esperanzas fallidas, con la conquista de la primera medalla - y de Oro- en los Juegos Olímpicos de Atlanta.
El logro del atleta cuencano conmovió a la nación, hizo llorar de alegría y llenó de júbilo a doce millones de ecuatorianos. Esa es la magia que tiene el deporte.
Todo el Ecuador siguió, por televisión, el desarrollo de la competencia de los 20 kilómetros de marcha olímpica. Pérez vestía uniforme azul, tenía el número 1326, y el nombre de Ecuador en letras amarillas. Lucía una gorra blanca. A la distancia, todos "hacíamos fuerza" para que llegara, al menos, en el tercer lugar, para el logro de la presea de bronce. Luego la aspiración fue, ya más seguros, para el segundo puesto y la medalla de plata. Pero Jefferson había ido dispuesto a todo, menos a perder, y conquistó el oro. Rompió la hegemonía de rusos, mexicanos, italianos y españoles en esta difícil prueba. Su tiempo: 1 hora, 20 minutos y 7 segundos.
Sacó nueve segundos de ventaja a su más inmediato seguidor, el ruso Ilya Markov, y 16 al tercero, el mexicano Bernardo Segura. En el historial de 40 años de la marcha olímpica, de 1956 a 1996, el tiempo de Pérez venia a ser el segundo en importancia. Solamente hasta ese entonces lo superaba el registro de 1 hora, 19 minutos y 57 segundos del checoslovaco J. Privilinec, establecido en los Juegos de 1988 en Seúl. Es decir estuvo apenas a 9 segundos de batir el record olímpico.
El mejor logro era, hasta antes de la hazaña de Jefferson Pérez, el cuarto lugar que obtuvo el nadador Jorge Delgado Panchana en los 200 metros mariposa, en 1972 en Múnich, Alemania.
Los hermanos Fausto (quien vive en los Estados Unidos) y Jefferson protagonizaron un hecho anecdótico la víspera de la prueba de Atlanta, el 25 de julio. Fausto se detuvo frente a la vitrina de un almacén de Atlanta y expresó, dirigiéndose a su hermano:
-Mira esas hermosas medallas. Son imitaciones de las que se entregan a los deportistas. Parecen verdaderas. Voy a comprar una para llevármela al Ecuador.
Jefferson le respondió:
-No hermano, no gastes el dinero en vano. Yo voy a ganar mañana una medalla. Ojalá sea la de oro.
De esta manera el preludio de Jeff se cumplió, horas mas tarde en su pecho yacía la medalla de oro olímpica.
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