Juan Pablo II y el Niño Aquel……Jefferson Pérez Quezada
Juan Pablo II y el Niño Aquel……Jefferson Pérez Quezada
11/05/2005. En este espacio deseo expresar mi mas profundo respeto, y a la vez gran tristeza por la partida de uno de los hombres mas grandes que ha tenido la humanidad JUAN PABLO II, quien usando su carisma e inteligencia, logro sensibilizar desde el mas inocente niño hasta el mas implacable tirano, llegando de esta manera al corazón de millones de habitantes de nuestro mundo.
En días anteriores(antes del deceso del Papa) recibí una llamada de una casa editora de Los Angeles EE. UU. En la que me comentaron sobre la realización de un libro denominado “Anuario Conmemorativo del Papa”, en el que participaban personalidades del mundo entero, y del que yo, había sido escogido por Ecuador, para hablar de su Santidad.
Me pidieron que escribiera un articulo sobre Juan Pablo II, a lo que sin pensarlo dos veces respondí que si. Sin embargo pregunté, que si podría narrar un episodio real de mi vida acontecido hace ya 20 años, en el que el protagonista principal era el Papa, a lo que los editores gustosos accedieron. Es por esta razón que he decidido contar al mundo uno de los mayores acontecimientos suscitados en mi vida.
Fue el 31 de enero de 1985, toda la ciudad estaba alborotada, mientras las tensiones y los nervios invadían a cada uno de los feligreses, que soñábamos poder ver a Juan Pablo II, quien llegaba de visita por primera vez a nuestra pequeña y acogedora ciudad de Cuenca.
Mientras se desarrollaba la santa misa dirigida por su Santidad, en el templete construido para la ocasión en el “Parque Miraflores”, a donde llegaron mas de 40.000 personas, Un niño inquieto e intrépido, logró colarse en las primeras filas entre la “alta sociedad” cuencana, un niño con ropas bastante desgastadas pero siempre limpias, lo cual le delataba con facilidad, que no pertenecía a ese selecto grupo, de quienes tendrían el honor de recibir la eucaristía de manos del príncipe de los apóstoles, sin embargo, escabulléndose entre las largas piernas de los hombres de seguridad y oculto entre los peldaños, pudo ver en persona la imagen del hombre mas grande de nuestros tiempos, Juan Pablo II, su infante rostro invadía una enorme felicidad, confusión, y sentimientos diversos de infinita paz.
Pocos instantes después escucho una fuerte voz decir, “guardia saque a este mocoso de aquí” , en seguida ese infante fue llevado a la fuerza al lugar donde pertenecía. Aquel niño era yo, Jefferson Pérez Quezada, y nada ni nadie podrá quitarme la enorme felicidad de haber podido mirar de cerca a su Santidad Juan Pablo II.
Hoy en ese mismo lugar, junto a aquel templete, se levanta una pista de atletismo que lleva mi nombre y mientras recorro kilómetro a kilómetro, me lleno de fuerzas y alegrías infinitas de uno de los recuerdos mas lindos de mi existencia.Nunca podré olvidar aquellos pocos segundos que marcarían una eternidad en mi vida.
JPQ